miércoles, 16 de julio de 2014

Todo cambia, todos cambiamos.

Y, sin darnos cuenta, llegó el día en el que el tiempo comenzó a hacer de las suyas. Empezó a correr y a correr sin previo aviso y nosotros, totalmente al margen, no nos dimos cuenta
De repente, cae la venda y vemos la verdad: todo ha cambiado; todos han cambiado. El cielo ya no es tan azul, lo que era realidad se ve ahora distorsionado, las sonrisas no son tan sinceras y los abrazos, ahora, se piden. 
Y nos quedamos perplejos mirando hacia algo en parte nuevo, pero que, por otro lado, sabíamos que llegaría. Nos quedamos así, como hipnotizados sin poder creer lo que está ocurriendo y sin dejar de preguntarnos en qué momento cambió todo.
¿En qué momento? Pues en todos. En cada uno de esos momentos, por muy pequeño que fuera, íbamos perdiendo algo, hasta que llegó el día en que lo perdimos todo.
Todo, incluso las cosas más pequeñas, acabaron moviéndose de su lugar mientras nosotros hacíamos por evitarlo a nuestra manera. Nos despedimos de cientos de cosas, de miradas, de sonrisas, de personas; pero son cosas que sabemos que permanecerán en nuestros recuerdos para siempre. Sin embargo, aparecen otras sonrisas nuevas, personas que dan giros de 180º a nuestro mundo y experiencias que tampoco olvidaremos. Por eso, creo que el tiempo no siempre va en nuestra contra. 
Despídete con una sonrisa de aquello que se fue, y no lo olvides nunca. Pero sonríe aún más por todo lo que llega.

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